Cualquier persona, sana o enferma, con escasas excepciones, obtiene beneficios al tomar en forma regular complementos de factores de transferencia. No se ha registrado ningún caso de reacciones adversas graves como consecuencia del uso de factores de transferencia, aún cuando los mismos son administrados clínicamente en dosis excesivas durante períodos prolongados.

También obtienen beneficios aquellas personas que padecen afecciones específicas. Numerosos estudios han demostrado la efectividad de los factores de transferencia al eliminar o aliviar síntomas de herpes, del síndrome de fatiga crónica, de la enfermedad de Epstein Barr (mononucleosis infecciosa), de la hepatitis, de la sobreinfección causada por el SIDA, de la candida, del cáncer y de muchos otros trastornos. Los estudios también han demostrado que su uso continuo provee mayor beneficio con una máxima actividad inmunitaria 24 a 48 horas luego de la primera dosis.

La demanda de los factores de transferencia como un complemento para una mejor salud surge de la creciente concientización de que la prevención es el mejor recurso de tratamiento. A partir del riesgo cada vez mayor de resistencia a los antibióticos y de las importantes amenazas a la salud, como ser el SRAS (síndrome respiratorio agudo severo), la comunidad médica dirige cada vez más la atención al concepto inherente de las vacunas: la prevención.

Los factores de transferencia son similares a las vacunas. Pero, en lugar de exponer el sistema inmunitario del paciente a la enfermedad real o a una versión neutralizada de la misma, los factores de transferencia exponen el sistema inmunitario del paciente a la memoria de una amenaza a la salud, ya sea externa o propia, y al conocimiento de cómo responder mejor para protegerse a sí mismo.

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