TIPOS DE PATOLOGÍA
5.-
CARDIOPATIA HIPERTENSIVA (CH).
En
nuestro medio la Hipertensión Arterial en el anciano (HTAA), tanto
sisto-diastólica como sistólica aislada (HSA) es muy elevada,
existiendo una prevalencia del 49% en varones y del 53% en mujeres de
edades superiores a 65 años, tomando como valores los criterios del
Joint National Committee31.
La
HTAA constituye el factor de riesgo más importante en la morbi-mortalidad
cardiovascular en la población anciana, guardando una relación
directa tanto con las cifras de tensión arterial como con los años
de evolución de la misma, considerándose al corazón como el órgano
diana que con mayor frecuencia se ve afectado y siendo determinante un
correcto tratamiento para obtener una reducción significativa en la
mortalidad por ECV, admitiéndose de forma extendida que los pacientes
con HSA presentan una probabilidad de fallecer cinco veces superior
a la de los pacientes normotensos32,33,34.
El concepto de CH se aplica a las repercusiones cardíacas que
el corazón sufre en los estadios avanzados de los pacientes con HTA,
basándose su diagnóstico en la presencia de HVI, insuficiencia
cardiaca y/o enfermedad coronaria, cuya valoración se realiza bien
mediante radiografía de tórax, ECG, Ecocardiografía, Eco-Doppler,
Holter, Ergometría y/o Isótopos35,36,37. Las
actuaciones higienico-dietéticas en los pacientes ancianos no
difieren sustancialmente de las recomendadas para el resto de la
población, mientras que la decisión de utilizar un fármaco
antihipertensivo en el anciano depende sobretodo del grado de
repercusión visceral, la presencia de otros factores de riesgo, la
existencia de patologías asociadas (Diabetes, Insuficiencia Renal,
CI, Broncopatías, etc...), así como de las características fisiológicas
del aparato cardiovascular en el anciano y del comportamiento
farmacocinético y dinámico de las diferentes sustancias38.
Dado
que la fisiopatología de la HTAA conlleva una serie de connotaciones
específicas tales como, resistencias periféricas elevadas, niveles
de renina bajos, disminución del gasto cardíaco y reducción tanto
en el número como en la estimulación de los receptores beta-adrenérgicos,
debemos establecer como recomendaciones generales las siguientes
pautas (sin perder nunca de vista que lo óptimo es individualizar el
tratamiento):
1º)
Utilizar de elección IECA/ARA II, ya que no modifican
desfavorablemente los perfiles lipídicos, hidrocarbonados o renales,
ni alteran la contractilidad miocárdica.
2º)
Los diuréticos tiazídicos y de asa suelen ser bien tolerados cuando
se administran una vez al día, se controlan las alteraciones electrolíticas
y se valora el desencadenamiento de arritmias en enfermos
digitalizados.
3º)
A ser posible deberá plantearse la prescripción de cualquier fármaco
en monoterapia, monodosis y minidosis (iniciar con el 50% de la que se
utiliza en el resto de los pacientes), aumentándolo de forma muy
gradual con el objetivo fundamental de no provocar efectos no
deseables al descender paulatinamente cifras tensionales.
4º)
Evitar cifras diastólicas inferiores a 80 mmhg.
5º)
Usar con precaución los fármacos que tienen tendencia a provocar
hipotensión ortostática.
6º)
Como "paradigma" se deberá tener presente utilizar con
preferencia fármacos que disminuyan la postcarga, que interfieran
poco en la conducción A-V y a ser posible, que influyan positivamente
sobre la HVI disminuyendo la masa ventricular.
7º)
Un descenso gradual de las cifras de tensión arterial, apenas
ocasiona complicaciones cardíacas y/o cerebrales, mientras que una
excesiva y brusca disminución de estas puede aumentar la isquemia
miocárdica.
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