Los atletas de alto rendimiento, y en particular los que practican deportes de resistencia (ciclismo, maratón, canotaje, triatlón) presentan unas respuestas cardiovasculares particularmente llamativas, tales como bradicardia severa, bloqueos auriculoventriculares de distinto grado, e hipertrofia ventricular acentuada, inducidas por las intensas cargas de entrenamiento a las que se ven sometidos, con un gran requerimiento hemodinámico (gasto cardíaco ≥ 30 litros y una presión arterial sistólica ≥ 200 mmHg), que inducen el desarrollo de un tono vagal muy acentuado y una hipertrofia ventricular izquierda global, que a veces rebasa los límites de lo que usualmente se considera normal, pero en ausencia de enfermedad estructural y manteniendo la geometría ventricular proporcionada, así como los cambios correspondientes en la distensibilidad ventricular y fuerza contráctil del miocardio, lo cual resulta ventajoso para el atleta.
Las enfermedades cardiovasculares constituyen una auténtica epidemia en todos los países del mundo, siendo más afectados los países con más alto nivel de vida. Este hecho se atribuye a varios factores, entre los que destacan hábitos alimenticios poco saludables, tabaquismo, sedentarismo y alta carga de estrés ambiental, laboral y emocional, entre otros. Estas enfermedades ocasionan un número de muertes muy importante en edades altamente productivas de la vida, lo que representa un gran problema desde el punto de vista familiar, social y económico. Aunque en la actualidad se cuenta con medicamentos muy efectivos para el tratamiento de las enfermedades cardíacas, éstos tienen limitaciones para satisfacer todos los requerimientos terapéuticos del paciente.