En la antigüedad se pensaba que el corazón y no el cerebro, era el órgano responsable de las emociones. Pero aún cuando nuestra comprensión moderna de la filosofía haya demostrado la falacia de esa vieja teoría, debe admitirse que el corazón es grandemente influido por las emociones. También nuestro lenguaje sugiere una relación viva entre el corazón y las experiencias vitales tales como: el amor, el odio, el dolor y el gozo. Hallamos en nuestra lengua palabras tales como: “cordial” (cors, cordis, es corazón en latín); persona “de buen corazón” (es decir, simpática, afectuosa); persona “de corazón duro” (insensible), entre otros.